Series 1

Estudio 4 ENCONTRAR EL PLAN DE DIOS PARA NUESTRA VIDA

Versículo clave: “¿Qué haré,Señor?”
(Hechos 22:10)

Basaremos este estudio en la pregunta de Saulo de Tarso en el momento mismo de su nuevo nacimiento: “Qué haré, Señor?”  ¿Diremos que la conversión de Saulo simplemente “sucedió”? ¿Fue por “casualidad” que de repente se convirtió en el camino a Damasco? ¿O no fue más bien conforme al plan y propósito divino? Hechos 9:15 nos dice que ciertamente fue “conforme al plan” de Dios. Pero, ¿tiene Dios un plan para mi vida? Si es así, ¿cómo puedo conocerlo y qué implica encontralo? Esta y otras muchas preguntas requieren una respuesta.

  1. EL SEÑOR TIENE UN PLAN Y PROPÓSITO DEFINIDO PARA CADA UNO DE SUS HIJOS

Hay tres poderosas razones para creer que es así:

  • Es razonable esperarlo. Dios es un Dios de orden y método. Si construimos una casa o diseñamos un vestido, trabajamos en base a un plan, un patrón. Dios hace lo mismo.
  • Concuerda con la experiencia. Piense en Abraham (Hebreos 11:8-10);  Moisés (Hebreos 11:24-27);  David (1 Crónicas 17:7);  Isaías (Isaías 6:8);  Jeremías (Jeremías 1:5-8);  Pablo (Hechos 9:15).
  • La Palabra de Dios lo enseña. Mire Efesios 2:10 y compárelo con Salmos 27:11; 37:23; 73:24; 148:8; Proverbios 3:6; 15:19; 16:3; Isaías 6:8-9; 30:21 y Santiago 1:5.

Note las siguientes tres características del plan de Dios para nuestras vidas:

  • Es un plan personal. Note los pronombres personales, “tú” y “yo” en Hechos 9:4. En el mundo no hay nadie más como usted, y por tanto el plan de Dios para usted es único y personal: ¡para usted sólo!  Él tiene un propósito a cumplir en y con la vida de usted que no puede ser cumplido en y con la vida de ninguna otra persona.
  • Es un plan perfecto. En Romanos 12:2 (que sólo se debería leer junto con Romanos 12:1) se nos dice que el plan de Dios, o sea el plan y propósito de Dios en la vida de sus hijos, es “la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
  • Es un plan práctico. Es realizable y totalmente relacionado con la vida y servicio diarios. No es simplemente un plan que suena “bueno, agradable y perfecto”, ¡sino que demuestra serlo en la experiencia del día a día!
  1. LA COSA MÁS IMPORTANTE DE LA VIDA ES, POR TANTO, DESCUBRIR EL PLAN Y PROPÓSITO DE DIOS PARA NUESTRA VIDA

Es algo evidente, pero la triste realidad es que algunos cristianos fallan en descubrir el plan y propósito de Dios para su vida, y el resultado es que toda su vida está llena de desilusión y derrota, frustración y fracaso.  ¡Qué maravilloso es sentir que estamos logrando algo que realmente merece la pena y saber que lo estamos haciendo no por nosotros mismos, sino de acuerdo con la voluntad de nuestro amoroso Padre celestial!  Todo inconverso vive planificando su propia vida, como lo hacía Saulo hasta el momento de su conversión (vea Hechos 9:5);  pero también es tristemente cierto que muchos cristianos planifican sus propias vidas. Tomamos decisiones y elegimos caminos que después demuestran ser muy equivocados (vea Juan 21:3).  No hay nada mejor ni más consolador que saber que estamos en el centro de la voluntad de Dios, y estar seguros de ello es posible para cada uno de nosotros.

  1. ENTRAMOS EN EL PLAN DE DIOS CUANDO ACEPTAMOS Y RECONOCEMOS A JESUCRISTO COMO NUESTRO SEÑOR Y SALVADOR

Saulo entró en el plan de Dios cuando se sometió a lo que el Señor le mandó hacer: Hechos 9:6, y compare con el versículo 8.  El Señor Jesucristo se reveló a Saulo diciendo “Yo soy Jesús…”, es decir, “Salvador”: vea Mateo 1:21.  Esto no quiere decir que Dios no estuviera interesado en Saulo y pendiente de él antes de su conversión, pero la verdad es que Saulo sólo entró realmente en el plan de Dios cuando se inclinó a los pies de Jesucristo y le aceptó como su Salvador y Señor.

  1. PASAMOS A DESCUBRIR, Y A CONTINUAR EN EL PLAN DE DIOS, MEDIANTE NUESTRA SUMISIÓN DIARIA A ÉL Y A SU VOLUNTAD REVELADA

Él tiene ante sí el plan completo para nuestra vida, pero sólo nos lo revela paso a paso: vea el Salmo  37:23.  Él conoce el final desde el principio (Isaías 46:9-10),  pero la condición que hemos de cumplir, si queremos conocer y hacer la voluntad de Dios, es someternos completamente a Él con un profundo deseo de obedecerle: vea Hechos 22:10. El descubrimiento de la voluntad de Dios requiere cuatro cosas:

(1) Comunión con Él en oración.  En el Salmo 27:11 encontramos una oración apropiada y, sólo cuando sabemos lo que es acudir regularmente al lugar secreto, Dios en su gracia nos revela su plan paso a paso.

(2) Estudiando y profundizando en su Palabra.  ¡De qué manera tan maravillosa ha guiado Dios a sus santos mediante la lectura y la sumisión de sus vidas a los mandamientos y directrices de la Palabra de Dios! Vea Salmo 119:105.

(3) Obediencia pronta e incondicional.  Dios nos va revelando su voluntad conforme le vamos obedeciendo. Vea 1 Samuel 15:22.  Sólo nos va mostrando cada vez el siguiente paso. Saulo tuvo que entrar en la ciudad antes de que el Señor le mostrará el siguiente paso que quería que diera (Hechos 9:6).

(4) Confianza completa y tácita.  Pocas veces podemos rastrear la intervención de Dios en nuestras vidas, porque vivimos por fe y no por vista. Y eso implica que tenemos que confiar en Él. El Señor escogió a Saulo para que fuera “instrumento escogido”, y Saulo tuvo que confiar en Él en todas las cosas que Dios permitió en su vida: sufrimientos, privaciones, lapidaciones, prisiones… (2 Corintios 11:24-28).  Hemos de recordar que el plan de Dios incluye que permita que pasemos por pruebas: vea 1 Pedro 4:12-13 y 19.

  1. EL PLAN DE DIOS PARA NUESTRA VIDA ES UN PLAN ETERNO

Quizás, al llegar a este último punto de nuestro estudio, esté usted pensando: “¡Qué apasionante tema para los jóvenes, que tienen toda la vida por delante!”  Pero es igualmente apasionante para el cristiano más anciano, porque todos los que pertenecemos al Señor tenemos por delante una gloriosa eternidad, y el plan de Dios tiene una parte terrenal y una celestial. La parte terrenal es como los cimientos del edificio…, la parte celestial se puede comparar con la estructura del edificio. Somos propensos a tener una idea muy limitada del plan de Dios. Cuando muere un cristiano con 30 o 40 años de edad decimos: “¡qué tragedia!”, y lo es desde la limitada perspectiva terrenal, pero el amoroso plan de Dios para sus hijos es un plan eterno: vea Efesios 2:10; 1 Juan 2:17 y 2 Timoteo 4:7-8.